La invasión de Ucrania por parte de las tropas de Putin ha puesto fin a la tendencia alcista originada en los mínimos de marzo de 2020. Era evidente que la tendencia iba perdiendo fuelle, pero todo apuntaba a que, no sin dificultades, podríamos haber tenido aún un año positivo para la renta variable antes de la esperada corrección. El conflicto bélico ha provocado lo que podríamos considerar un fallo alcista en la estructura de precios, por lo que es lógico que tras perder soportes veamos intensas caídas, máxime cuando la incertidumbre es máxima en cuanto a una posible resolución del conflicto, que no tiene visos de ser inmediata. La guerra ha puesto fin a lo que veníamos denominando fase de “alza líquida”, la fase de reactivación económica más extraordinaria que hemos conocido hasta la fecha tras el shock que provocó la pandemia hace aproximadamente dos años.

Mala compañera en tiempos de crisis

Además de la espada de Damocles que supone la amenaza nuclear, algo que nos retrotrae a los años 60 del pasado siglo, los mercados también conviven con un elemento que no tomaba tanto protagonismo desde los años 70, la inflación. Mala compañera en tiempos de crisis.

Debemos tener en cuenta que, aunque el problema se acreciente en estos días por las tensiones energéticas y alimentarias, la inflación ya era un elemento en el tablero de juego antes del conflicto con Rusia. Conviene recordar que en la cumbre de Jackson Hole de agosto de 2020, Jerome Powell anunció la flexibilización del objetivo de inflación ante la constatación de que ni el dinero barato, ni los bajos niveles de paro en los últimos años habían provocado aumento de precios, renunció a su control temporalmente. Declaró el pleno empleo y la recuperación como el objetivo por el que luchar, relegando la inflación a un segundo plano.

Esto decía Jerome Powell en la cumbre de banqueros centrales: “La economía siempre está evolucionando y nuestra estrategia para lograr los objetivos también debe adaptarse para atajar los nuevos desafíos. Hace 40 años, el principal problema era una alta y creciente inflación, que requería un enfoque claro para restaurar la credibilidad de la Fed en su compromiso de estabilidad de precios”.

Pues bien, parece que la FED tiene que empezar a restaurar de nuevo su credibilidad y retomar el compromiso con la estabilidad de precios en un contexto muy poco favorable para tomar decisiones restrictivas. El fantasma que sobrevuela los mercados es precisamente el haber subestimado a la inflación y, que lo que era una supuesta amenaza puntual, se convierta en persistente. Creo que todos cuando sufrimos la inflación de forma punzante podemos hacernos una idea de lo peligroso que es en términos reales que se prolongue en el tiempo. En una situación de conflicto tomamos más conciencia aún.

Veremos si no pagamos un precio muy caro por la reactivación, nunca mejor dicho

La parte positiva es que los datos de empleo están siendo buenos de forma generalizada en la recuperación de la pandemia, llegando prácticamente a lo que se considera pleno empleo en EE. UU, por lo que el tapering o retirada de estímulos puede desarrollarse con el primer mandato cumplido.
La parte más negativa es tristemente la guerra, nunca bienvenida, pero con una inflación tan amenazante lo es desde luego mucho menos. Desde la crisis de 2007 los inversores han caído en la complacencia de pensar que cualquier crisis es susceptible de ser superada con la pronta y enérgica ayuda de los Bancos Centrales. El problema del conflicto con Rusia es que con una inflación tan elevada la política monetaria ultraexpansiva a la que estamos acostumbrados no cabe, asi que cuidado con precipitarse a la hora de buscar suelos en bolsa. Los banqueros centrales están atados de pies y manos, por lo que podríamos decir que los mercados tendrán que capear este conflicto abandonados a su suerte, sin la mano que recurrentemente les ha dado de comer.

A lo largo de la recuperación Covid los banqueros centrales han confiado en una inflación transitoria, tratando de trasmitir despreocupación, pero, a decir verdad, a día de hoy lo que transmiten es precisamente lo contrario. Preocupa y mucho que la inflación se retroalimente por la propia naturaleza humana. Hablamos de que, lógicamente, los productores de bienes y servicios están trasladando en la medida que pueden el aumento de sus costes, e incluso lo hacen adelantándose a futuras subidas, lo que sugiere que solo un parón brusco de la economía podría frenar la subida. No parece una opción muy atractiva.

En resumen, una mayor sensibilidad a la inflación reduce la capacidad de los bancos centrales para proteger a la economía de shocks como el bélico con Rusia que tiene al mundo en vilo. Esta guerra coge a las bolsas sin red de seguridad, por lo que es vital para tener margen de maniobra que la inflación vuelva a ser anclada a unas expectativas bajas, algo que a corto plazo parece que va a ser imposible.

Los bancos centrales de todo el mundo han estado trabajando durante 40 años para reducir la inflación a niveles en los que las empresas y los hogares pudieran ignorarla en buena medida al tomar decisiones sobre el futuro. Las expectativas de inflación han estado bien ancladas en niveles bajos, por lo que ir a la deriva sería un duro revés para la economía mundial y para las bolsas de cara a próximos años. Elevar las expectativas para un periodo largo de tiempo supondría un largo proceso de aprendizaje para empresas y familias, que ya no podrían permitirse ignorar la inflación en sus actuaciones al gastar, formalizar contratos o realizar inversiones, lo que aumentaría las probabilidades de que la inflación se mantuviera aún más persistente.

La economía tendrá que mostrar musculo para retomar la tendencia

Estamos ciertamente en una gran encrucijada. Las bolsas por el momento lo que hacen es corregir parte de lo ascendido desde los mínimos de marzo de 2020. Tras los fuertes ascensos en las cotizaciones que hemos disfrutado meses atrás, no podemos sorprendernos en exceso de ver una corrección de la mitad o dos terceras partes, debería ser casi considerado como normal. De hecho, el Eurostoxx y Dax ya prácticamente han corregido la mitad. Una vez que concluya esta corrección la economía tendrá que mostrar su músculo, ya sin tanto estímulo, ya sin tanto doping, para que pueda desarrollarse lo que debería de ser la fase de “alza fundamental”, lo que trasladado en el tiempo podría ser la subida vista entre 2012 y 2018, sobre todo en Wall Street. Para que pueda desarrollarse con normalidad esta fase de alza fundamental, a parte evidentemente de la paz, es vital que la inflación vuelva a niveles asumibles. De lo contrario las bolsas sufrirían previsiblemente muchas idas y venidas y no podremos caer en la complacencia de confiar en el largo plazo como solución a malas decisiones de inversión. Viene bien de vez en cuando recordar que los inversores no tenemos recursos ilimitados en tiempo ni en dinero, y todos deberíamos hacer un examen honesto de nuestros planes de inversión, de cómo resistirían nuestras carteras y nuestro estómago si las cotizaciones no se comportan como lo hicieron la pasada década y entramos en una fase de ostracismo con movimientos laterales y sin tendencia. Repito, ¿qué pasaría si por una década carecemos de tendencia? Dicho sea de paso, soy muy optimista con respecto al futuro, pero ¿y si no se cumplen mis expectativas? Cabeza fría y pies calientes.

¡Mucha salud para todos!

Dow Jones Industriales Semanal

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